Sabemos que para muchos padres hablar con sus hijos adolescentes se puede acabar convirtiendo en un problema serio. Los motivos pueden ser muy variados. Sea como fuere, no es eso lo que queremos reseñar en este texto. Una vez el asunto está movido y la relación padre-hijo es difícil, ¿qué podemos hacer para comunicarnos con los jóvenes?
La adolescencia es una etapa compleja para todo ser humano. Si observamos la teoría de las etapas del desarrollo cognitivo de Jean Piaget, esta sería la última. A partir de entonces, los jóvenes pasan a ser adultos de pleno derecho. La etapa operacional formal que arranca sobre los 12 años y se alarga hasta el fin de los días.
Sin embargo, los padres seguimos viendo a nuestros hijos como niños, sin ser conscientes a veces del salto que han dado. Mientras los chicos quieren sentirse adultos, sus progenitores los siguen tratando como a los pequeños que siempre han visto.
A raíz de estas situaciones, surgen conflictos, problemas de comunicación y, en muchos casos, actitudes de rebeldía que no son bien comprendidas por ninguna de las partes. Es normal, ya que estamos en una etapa que lleva aparejada un número ingente de cambios hasta que los muchachos pasan a ser adultos del todo. Tanto es así que, legamente, a partir de los 18 años, ya tienen reconocidos derechos como el voto o el poder conducir. Antes, incluso, a partir de los 16, pueden trabajar, por ejemplo.
La etapa de la adolescencia permite que los chicos desarrollen capacidades cognitivas y físicas variadas y definitivas. Las mismas hacen que la manera en que perciben el mundo cambie. Y eso ha de ser aceptado por los padres, pues es una verdad inmutable.
Pensemos y hagamos un ejercicio de empatía. ¿Cómo éramos nosotros a los 16, 17, 18 años? Seguro que veíamos un sinfín de posibilidades. Nos queríamos comer el mundo porque estaba hecho para nosotros y teníamos mucha vida por delante. Por eso los obstáculos nos caían como losas y buscábamos alguien que afianzase nuestro discurso, sin recordarnos constantemente las piedras del camino, las responsabilidades y las obligaciones. Y eso podría provocar cambios de humor, enfrentamientos y gestos constantes de rebeldía.
Todos hemos sido jóvenes y hemos tenido la mente llena de aspiraciones, sueños y anhelos. Si tratamos de hacer que los chicos vean la vida con los ojos de un adulto que tiene 20, 30 o 40 años más de experiencia, no lograremos más que incomprensión y lejanía. No olvides nunca este punto.
Ahora bien, esto no quiere decir que tengamos que dar la razón en todo a los hijos adolescentes y que les dejemos hacer a su antojo. Quiere decir que hemos de hablar su “idioma”, hacernos entender, trabajar la empatía y saber cómo decirle las cosas para que las entienda, las aprenda y las interiorice.
En este punto, queremos hacer un pequeño inciso para hablar del coaching, una práctica útil tanto para adultos como para niños y adolescentes.
Gracias al coaching, podemos mejorar mucho en diversos ámbitos de la vida. Encontrar nuestros talentos ocultos, buscar la forma de dar más y alcanzar nuestro potencial máximo. O sea, lo que debería ser una máxima a la que todos hemos de aspirar.
Un coach es un profesional que ha aprendido las técnicas y preguntas que ha de hacer a sus coachees o clientes para que, poco a poco, eliminen los pensamientos limitantes que les impiden llegar a ser cuanto pueden llegar a ser.
Por eso, si observas que tu hijo adolescente tiene problemas, o te ves incapaz de comunicarte con él de forma asertiva y empática, prueba con el coaching.
El coaching, de hecho, puede ser bueno para ti, como persona adulta, como padre, madre, educador, familiar o cuidador, porque te mostrará técnicas que te servirán de ayuda para establecer conversaciones sinceras, empáticas, asertivas, que lleguen a su destino en el cerebro del joven.
Ahora bien, el coaching es igualmente útil para los hijos adolescentes, pues les ayuda a encontrar su camino en la vida. Están en una fase de su desarrollo en la que todo es confuso, en la que ya no son niños, pero aún les queda un poquito para ser considerados adultos. Los temores, los miedos o los desconocimientos los pueden llevar a actuar con rebeldía, con exasperación o ira. Pero todo puede ser controlado si aprenden a entender y manejar sus emociones.
Así pues, el coaching será una técnica excelente para que tanto padres como hijos adolescentes mejoren sus conversaciones, entendimientos y actos comunicativos. No lo olvides.
Dicho esto, vamos a ir desgranando algunos consejos útiles que nos servirán de ayuda para conversar con nuestros hijos adolescentes. Logremos pasar por encima de la incomprensión, la soledad de la tecnología y el exceso de información y fake news gracias a un saber hacer adulto siempre útil.
El joven debe sentirse apoyado y querido. Esta es condición principal para que se pueda crear un ámbito de confianza entre padres e hijos. Así que, aunque muchos progenitores piensen que es algo que se da por hecho, es necesario que los chicos lo sepan, y lo sepan por nosotros, por lo que decírselo es interesante.
Muchos padres tendemos a pensar que con los cuidados con los que proveemos a nuestros hijos ya está todo hecho. Pero no es así. Ellos son jóvenes, sus mentes están en pleno desarrollo, así que requieren de un apoyo firme, constante y palpable, que no dé lugar a dudas.
Reiteramos por ello la importancia de la empatía. Debemos ser capaces de entrar en la mente de un joven adolescente lleno de dudas y miedos. Solo así sabremos ver qué siente, el porqué de sus temores, etc. Desde esa perspectiva, estaremos en disposición de ofrecerle lo que necesita, sabiendo que no podemos comprender a un chico si lo miramos desde el punto de vista de un adulto.
Los hijos adolescentes pasan por una fase de duros cambios. Sus seguridades, sus verdades hasta entonces más monolíticas se caen. De pronto, despiertan a un mundo lleno de adultos en el que sus responsabilidades y sus anhelos aumentan. Solo desde un entorno familiar comprometido y seguro sabrán desarrollar sus habilidades.
Una afectividad adecuada en el fuero interno de una familia facilita que los hijos adolescentes tengan una autoestima más alta. Los chicos que se saben queridos sin condiciones, y que palpan dicho cariño, muestran mayor responsabilidad, mayor conocimiento del medio. Pongamos unos buenos cimientos a lo largo de la etapa infantil para que, llegada la adolescencia, los muchachos estén en una posición de privilegio.
Es muy importante que los padres no traten de vivir su vida a través de sus hijos. Jamás volquemos nuestras frustraciones en los jóvenes. Tal vez quisimos ser futbolistas y no pudimos, pero eso no quiere decir que nuestro retoño tenga esas mismas necesidades.
Hemos de potenciar a los chicos para que busquen y desarrollen su propia identidad personal. Que sean quienes quieran ser, quienes puedan llegar a ser, dando siempre lo mejor de sí mismos.
La adolescencia en la fase crítica en la que se forma la personalidad definitiva de los seres humanos. Aquí es cuando más nos necesitan para descubrir quiénes son en realidad. Que reciban apoyo y comprensión constante es muy necesario. Esta es una fase crítica para ello, ayúdales.
Fomentar la independencia de los hijos es una labor constante que pertenece a los padres. Cuando los chicos se convierten en adolescentes, esa curiosidad que les lleva a descubrir más y mejor el mundo por su propia cuenta debe ser reforzada, aunque no de cualquier manera ni a cualquier precio.
Si hemos gestionado bien la formación del joven y hemos creado un poderoso vínculo de confianza, esta fase será relativamente sencilla. Si no es así, habrá que trabajar ahora para que las posibles actitudes negativas que aparezcan no afecten al desarrollo del muchacho.
Cuanto más sana sea la relación entre padres e hijos adolescentes mejor. Es importante empatizar con el chico, entenderle y, si vemos que no se muestra receptivo, que decae su capacidad académica, hablar antes que abroncar.
Es decir, ante cualquier cambio que podamos ver en la actitud de los adolescentes, debemos reaccionar con cabeza, con sentido común. No vayamos al enfrentamiento. Mantengamos una actitud lo más objetiva posible para encontrar la mejor manera de abordar los problemas que vayan surgiendo.
La autoestima de los hijos adolescentes no suele ser muy buena. Es importante que cuidemos de ella tanto como ellos mismos.
Es necesario, en ocasiones, criticar ciertas actitudes de los jóvenes. El punto clave es cómo lo hacemos. No seamos crueles por muy enfadados que estemos. No servirá de nada salvo para que el asunto acabe en discusión.
Hablad de todo, estimulad al joven y que sea él mismo el que vea qué hizo mal. Será más útil para él y saldrá reforzado de la situación, con su autoestima intacta. Por el contrario, si le abroncas por todos sus fallos, al final pensará que no sabe hacer nada. ¿No te pasaría a ti lo mismo?
Es común que algunos jóvenes pierdan interés por respetar instituciones y elementos que antes respetaban sin problema. Como hemos dicho, puede ser una fase de rebeldía. En cualquier caso, como adultos, le haremos comprender la importancia del respeto a todo y a todos. Con una buena autoestima y una elevada responsabilidad todo es posible. Respetar ideas ajenas, el medio ambiente, otros seres vivos, personas que no son como nosotros…
Ojo, cuando hablamos de valores, los nuestros no siempre tienen que coincidir con los suyos, o no todos la menos. Es obvio pensar que, como adultos, nosotros tenemos los valores correctos y queremos inculcárselos, pero ellos son más jóvenes, viven realidades diferentes a las nuestras en muchos casos, pues su círculo de amigos, sus instituciones educativas han cambiado con el paso de los años.
Sea como fuere, y siempre desde el respeto, apoyemos a nuestros hijos adolescentes para que profundicen en todos esos valores positivos en los que creen.
Hazle entender que cada decisión que toma tiene un paso específico en su futuro, y también en el de la gente que le rodea. Es por ello que tiene que ser consciente de sus opciones, analizando lo que hace, pensando en aquello que es bueno para su vida.
Cada persona debe ser responsable de las consecuencias de sus actos. Las decisiones que tomamos nos llevan por unos derroteros concretos. Después, habrá que apechugar con lo que ocurra, pero los jóvenes no deben esperar que los adultos les resuelvan la papeleta. Tienen que aprender a ser autosuficientes.
No siempre nuestros hijos adolescentes son conscientes de lo que tienen. A veces, se fijan más en lo que anhelan, y menos en aquello que ya poseen. Por eso conviene hacerles ver que el acceso a un sinfín de oportunidades está en sus manos. Algunas cosas ya están ahí, otras, han de trabajar para conseguirlas, pero con esfuerzo y dedicación las alcanzarán.
A veces, un no a tiempo es una victoria. Sucede que, por no molestar, en múltiples ocasiones aceptamos cosas que en el fondo sabemos que hemos de denegar. Así pues, no hemos de tener miedo a que el joven se enfade si le denegamos algo que en conciencia sabemos que no debemos darle. Y ellos, como adolescentes, han de actuar así, evitando la presión de grupo. Es la mejor manera de limitar las equivocaciones en el camino escogido.
Recuerda estos consejos para hablar con tus hijos adolescentes de todo, ya sean cosas que te preocupen a ti, o que les preocupen a ellos. Y no olvides que el coaching es una excelente herramienta para mejorar la comunicación. Mantén los canales abiertos y demuestra que tus herederos y tú podéis ser mucho más, mejores y felices en plenitud.
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